Más confianza en la pública: así ven los españoles el estado de la educación

Fundación Educacción
30 de septiembre de 2025
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Las familias de la enseñanza pública son las más optimistas sobre la educación, mientras el resto se muestra mucho más crítico.

En un país donde cada debate educativo suele encender pasiones, sorprende que sean precisamente las familias de la enseñanza pública quienes miren con mayor indulgencia el estado del sistema. Según el último estudio de la cátedra UAM Educacción, realizado por Metroscopia, más de la mitad de estos padres —un 55%— considera que la educación en España funciona bien o muy bien. Un contraste llamativo frente al pesimismo que impera entre quienes tienen hijos en colegios concertados, donde el 54% afirma lo contrario.

Este hallazgo no es menor. Refleja una fractura social y, al mismo tiempo, una paradoja: la confianza nace allí donde el discurso público suele señalar carencias. Los centros públicos, con sus aulas abarrotadas y recursos limitados, son vistos por sus usuarios como la parte más fiable del engranaje educativo. En cambio, quienes apuestan por fórmulas privadas o semiprivadas, a menudo asociadas a calidad y prestigio, muestran un desencanto creciente.

La encuesta también evidencia que el optimismo disminuye a medida que los hijos avanzan de etapa. Los progenitores de niños en infantil y primaria mantienen la esperanza, pero en secundaria —y especialmente en la Formación Profesional— la visión se torna crítica. Ese desgaste no es casual: coincide con los años en los que los alumnos deben definir caminos académicos y profesionales en medio de un sistema que muchos consideran desajustado a las exigencias del presente.

La nostalgia añade otra capa al debate. La mitad de los españoles cree que la escuela de hoy es peor que la que ellos mismos vivieron. Este juicio, repetido en distintos sondeos en los últimos años, revela un país atrapado entre la idealización del pasado y la incapacidad de proyectar un futuro educativo sólido.

Un espejo de desigualdades

Que las familias de la pública sean las más satisfechas no significa que estén exentas de preocupación. Ellos también señalan la falta de motivación de los alumnos, el acoso escolar o el abandono temprano como problemas graves. Pero su percepción positiva frente a otras redes apunta a algo más profundo: la educación pública sigue siendo el principal vehículo de movilidad social y, pese a sus limitaciones, conserva un prestigio invisible que el relato oficial no siempre reconoce.

La política como obstáculo

El estudio retrata una ciudadanía descreída de sus gobernantes. El 81% de los encuestados cree que las decisiones educativas responden a intereses políticos antes que al bien común. Y no es un dato menor: cuando la confianza en la política se derrumba, la escuela pública aparece como el último refugio de legitimidad. Los padres no esperan milagros de los despachos ministeriales, pero sí depositan fe en el trabajo cotidiano de los docentes.

Ahora bien, el 87% de los ciudadanos reclama una reforma profunda del sistema. No basta con cambiar currículos o actualizar libros de texto: la sociedad pide inversión, estabilidad y un compromiso político real. El hecho de que la prioridad más respaldada sea aumentar los recursos educativos confirma que el problema no es únicamente pedagógico, sino estructural.

La educación española se mueve entre polos opuestos: la confianza en la escuela pública, la crítica feroz a las administraciones y la sombra constante de la nostalgia. En ese escenario, las familias de la pública lanzan un mensaje claro: pese a todo, creen en el sistema. Esa fe puede parecer ingenua, pero también es la base imprescindible para exigir la transformación que la mayoría considera urgente.

Porque sin confianza —aunque sea relativa— no hay posibilidad de futuro. Y, hoy por hoy, la pública es la que sostiene ese hilo de esperanza.

Fuente: Mundiario